La batalla cultural del under en tiempos de pandemia

Rodrigo Fuentealba
11 min readNov 26, 2020

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Un recuento sobre las diversas aristas que atraviesa el arte independiente norpatagónico, en relación con la masividad global a la que es (innecesariamente) comparado.

Bastante conocida ya es la caótica historia que comenzó a principios de este año, con la llegada de un virus poco conocido que desorganizó la agenda de todo el mundo. Por demás fueron las actividades y rubros que quedaron stand by debido al exponencial crecimiento de contagios. Pero, ¿cómo se reinventó el ámbito cultural independiente de la región?

Sin dudas que uno de los rubros más golpeados en esta recesión fue la cultura independiente. A nivel mundial y sin hacer ningún tipo de distinción social, el Coronavirus hizo suspender desde el concierto de Metallica en Buenos Aires hasta el taller de porcelana fría que daban en un centro comunitario del barrio, sin contar las innumerables piezas teatrales que levantaron sus funciones. Entre otros tantos eventos ya programados. Primero pospuestos para unos meses después: “total en agosto, septiembre esto ya tendría que irse”, decían… para después finalmente suspender de manera definitiva. Esa imposibilidad de no poder reunir personas presencialmente llevó a los artistas y productoras a repensar y modificar los algoritmos sobre cómo llegar al público. Ahí es dónde surge la idea del streaming.

El concepto básicamente responde a la idea de hacer espectáculos en vivo virtualmente y que la gente lo mire desde su casa a través de algún dispositivo electrónico. Sin lugar a dudas y dado el contexto con ciertos tonos apocalípticos, era brillante la intención. Además, siendo condescendiente con el lema “quedate en casa”, ¿habría algo mejor que quedarte en casa mientras estás en la primera fila de un show de tu artista favorito?. Y la idea funcionó. Funcionó para artistas que atraían con ellos cierta masividad de gente. Para otros, el streaming fue solo un entretenimiento pasajero. Para la cultura under no alcanzó. Para la cultura de músicos que subsisten tocando los fines de semana en pubs, de los actores y actrices que hacen teatro a la gorra, de artistas callejeros que ganan la moneda estando en semáforos y peatonales, esa virtualidad que parecía un oasis en el desierto, no alcanzó.

Viniendo para estos lados, y ubicándonos precisamente en el Alto Valle de Rio Negro y Neuquén, el panorama de artistas y espacios culturales de marzo hasta estos días es realmente asolador. Las cientos de personas que se involucran en el under cultural, de la noche a la mañana quedaron desempleadas. De golpe, los músicos se quedaron sin micrófono. Los teatreros, sin maquillaje. Los bares, sin bebidas. Los espacios de arte, sin escenario. Los artistas callejeros, sin público. Viendo cómo mostraban por televisión que “ahora todo pasa por streaming”. Y no, no todo. Lo que pasaba y dejaba ganancia por las, ahora famosas, plataformas virtuales era lo masivamente popular.

Rocío de Neuquén, Nacho de Cipolletti, Zezé de Fernández Oro y Gustavo de Roca son algunos de los tantos artistas “en emergencia”. Son músicos regionales y desde marzo se las rebuscan con “gorras virtuales” mediante un live por redes sociales, sacando un simple o directamente trabajando en otro ámbito.

“La pandemia nos imposibilitó la grabación del segundo disco y muchísimas fechas que teníamos ”, dice Rocío González cantante de Las Entreveradas. El dúo que forma con Fernanda Labraña en el que componen música popular con toques de rock, funk, bossa nova, reggae y huayno se vio varado en medio de un gran momento. “Las entreveradas existen hace cinco años y, con pros y contras, veníamos avanzando y dándonos a conocer en el ambiente. Es todo autogestivo. Varios artistas que vinieron a tocar al valle nos eligieron como teloneras, eso nos ayudó a llegar a diferentes tipos de público.” No es para menos, Agarrate Catalina, Nonpalidece y Eruca Sativa, fueron algunos de los grupos que las tuvieron en cuenta.

Las Entreveradas con Eruca Sativa (Foto: Las Entreveradas/Facebook).

“Esto de la pandemia nos dificultó en todos los sentidos. Lo que habíamos organizado y producido para este año se fue por la borda. Fue mucho tiempo de trabajo pospuesto quién sabe hasta cuando. En cuanto a lo económico para nosotras, como a la mayoría de nuestros colegas del valle, es prácticamente nula la monetización por reproducciones en plataformas como Spotify o YouTube. Necesitamos tocar presencialmente para, al menos intentar, vivir de esto”. Con respecto a la consulta acerca de si implementaron la virtualidad para ofrecer conciertos, Rocío comenta: “Estuvimos haciendo lives por Instagram y pasábamos una especie de gorra virtual; dejábamos en pantalla el cbu de una cuenta bancaria para que la persona que quisiera colaborar lo pueda hacer”. Y aunque la recepción no fue la esperada, fue “sumamente grato volver a tocar y que nos escuchen en vivo”.

Lo de Nacho González va por el mismo sentido. El es cantante de Vrule, una potente banda de Rock, que forma con Ivan Vitulich y Sacha Arrupe. El 2019 los llevó a tocar a distintos escenarios del país, con un cierre de gira consagratorio en el teatro Vorterix, en Buenos Aires. Hasta se dieron el gusto de cruzar la cordillera y organizar un par de fechas en el país trasandino: “Este año teníamos organizados más conciertos en Chile y había una pequeña oportunidad de hacer conciertos en otros países”.

Preguntándole sobre cómo siguió la banda en estos tiempos turbulentos y si usaron recursos virtuales, Nacho responde: “Sacamos tres simples a lo largo del año como una forma de decir que seguíamos acá por más que no aparezcamos, pero en comparación a lo que veníamos haciendo años atrás fue bastante poco. También hicimos algunos lives por Instagram en el inicio del aislamiento, cuando todos seguían animados y creyendo que esto iba a durar solo unas semanas. Después dejamos un poco de lado la banda para trabajar en algo que nos diera un redito económico real”.

Tanto él como Sacha, baterista del grupo, se pusieron los overoles y las caretas fotosensibles y comenzaron el proyecto Álamo Negro: trabajan en el diseño de muebles innovadores sobre materiales de hierro y madera. “Tenemos ganas de hacer, al menos por ahora, un auto concierto. Tocar y que la gente venga a escucharnos desde su auto”. Por el momento, es solo un deseo. En el 2020 no sólo la pandemia apareció en los planes de Vrule; llegó a su vida Juana, la primera hija de Nacho.

Los músicos dando cátedra desde un escenario distinto (Álamo Negro/Instagram).

Zezé Nou y Gustavo Giannini son músicos emblemáticos de la región, con rodaje en las grandes ligas. Llegaron a tocar con próceres del rock nacional como Litto Nebbia y Willy Crook, y a subirse a un escenario histórico como el Gran Rex. Con esta situación y sin poder salir a girar, se las rebuscan de distintas maneras. Uno de manera presencial e intima y otro con conciertos online con modalidad pay per view, ambos buscar subsistir sin dejar la música de lado. Zezé estuvo trabajando de cocinero en un local de comidas durante el aislamiento y compartiendo unas canciones en conciertos íntimos, con pocas personas y respetando los protocolos sanitarios, cuando habilitaron las reuniones sociales con un máximo de diez personas. Mientras que Gustavo siguió apostando por la música desde casa, sacando nuevas canciones y reeditando otras. También hizo una transmisión privada por YouTube con una bass session. Con un futuro incierto, los señores del funk valletano siguen apostando por la música en vivo y a su permanencia peleándola desde adentro.

7am, uno de los temas que sacó Gianinni durante el aislamiento (Livingbox/YouTube).

¿Por qué no es negocio la nueva normalidad virtual para los artistas del underground, que no arrastran una caudalosa masividad? Vamos a explicarlo desde unos simples números. Spotify, la plataforma de música en streaming número a nivel mundial, paga $0,0043 por reproducción. Es decir, se necesitan unas 10.000 reproducciones para comenzar a vislumbrar una ganancia monetaria. Lo mismo sucede con YouTube. Y llegar a tal cantidad, por más trabajado que esté el proyecto, en muchas oportunidades es complicado.

Por su parte, el panorama de las cientos de personas que se ven involucradas en el teatro de la escena regional no es para nada alentador. Los teatreros, término preferentemente usado para incluir a la totalidad de los trabajadores del ámbito teatral dentro y fuera del escenario, pasan por un momento crítico en donde la resistencia y el acompañamiento de unos a otros son los únicos aliados.

Ricardo Peinado es el referente de Asamblea de Teatrerxs Rionegrinxs, movimiento que formaron para reunirse y establecer los pasos a seguir de un situación tan delicada como urgente: “Desde junio lxs integrantes de la Asamblea de Teatrerxs Rionegrinxs venimos trabajando de manera colectiva para ser espacio de contención y de representación del sector teatral rionegrino y asegurar el cumplimiento de nuestros derechos”.

Fuente: Canal10 Rio Negro/YouTube (10/09/20).

Si hablamos de artistas en emergencia cae como por una especie de decantación, que la situación de los espacios que albergan y visibilizan las actividades de estos es similar. Poniendo el foco puntual en la ciudad de Roca, de los cinco espacios de arte independiente que hay, uno bajó el telón definitivamente y dos están evaluándolo.

Mariel Saad es actriz y cuentacuentos. Trabaja ad-honorem en el Teatro de la Estación hace más de una década. Considera que los reclamos no son lo suficientemente visibles porque hay “mucha desinformación”. El espacio ofrecía talleres de arte a niños y adultos, que no llegaron a ser continuados de forma virtual debido a la imposibilidad de conexión para algunos de sus integrantes. A la ya preocupante crisis por la pandemia se les suma otro interrogante post-cuarentena: “Los permisos para la habilitación del espacio son anuales y se renuevan en marzo. Este año el aislamiento nos imposibilitó los trámites. Es decir, por más que establezcan protocolos para reiniciar las actividades, técnicamente nosotros no podríamos abrir”.

El espacio de arte, ubicado en pleno centro de la ciudad, no gana para disgustos: el 3 de noviembre padecieron un principio de incendio, en el cual no tuvieron que lamentar pérdida de materiales ni valores culturales. No obstante, dos semanas después sufrieron la llegada de delincuentes y el robo de importantes elementos electrónicos: “En tiempos de covid-19 las salas de Arte estamos pasando crisis, por ende entenderán lo difícil que será para nosotros volver a recuperar los objetos robados, pero el que más nos importa es el bafle que es muy Importante para la sala”, escribió en sus redes sociales Verónica, integrante del grupo de trabajo. Actualmente, organizan reuniones por Zoom donde cuentan cuentos y se presentan músicos. Allí, pasan la “gorra virtual” para los que quieran colaborar.

Bomberos ingresando a las instalaciones, evitando la propagación del fuego (Prensa Bomberos General Roca).

Club de Arte El Biombo es sinónimo de teatro autogestivo. Ricardo Di Giovanni y su familia fueron los creadores del espacio que, con el paso de los años, se transformó en una referencia del teatro independiente nacional. “Cuando cerramos en marzo teníamos reservado fechas hasta junio inclusive porque en julio dan vacaciones y programación acorde, y luego venía el festival de títeres”, comenta acerca de lo que le deparaba el año pre-pandémico.

El festival internacional de títeres era el evento estelar del Club de Arte. Las decenas de artistas del mundo que iban a desembarcar en la ciudad para participar llegaron, pero a través de una pantalla: “Salimos desde nuestro canal de YouTube. En nosotros generó un nuevo desafío, recopilar datos de colegas que ya habían efectuado otros festivales virtuales. Vimos cómo se trabajaba la difusión, armamos un equipo tanto de prensa cómo de filmación y edición. Y salió... Bien. Cosas para mejorar. Ahora mantendremos el canal de YouTube con más propuestas hasta que se inicie lo presencial”.

Promoción del Festival Internacional de Títeres (Club de Arte El Biombo/YouTube)

Con respecto a cómo afrontaron el cambio hacia la virtualidad, Ricardo admite: “Hubo distintas posturas respecto de lo virtual y lo presencial en un inicio. Opiniones sobre algo que era inevitable… que ya lo habían atravesado otros países. No había escapatoria al tener que atravesar esa virtualidad (seminarios, talleres, festivales, funciones, streaming, filmaciones para digitalizar obras editadas para tv) viene para quedarse y compartir con lo presencial e irá poco a poco volviendo en la medida que se haga efectiva la vacuna”. El espacio ofrecía cuatro talleres de arte de los cuales solo dos siguieron su curso bajo la modalidad virtual.

¿Los artistas de la región pueden ver una subsistencia real mediante la virtualidad?: “No creo que se pueda aquí y ahora… podrán haber algunos aportes en las gorras virtuales o venta con entradas, streaming… pero no creo que se aproxime al hecho presencial ni económica ni filosóficamente. No es lo mismo”, concluye Di Giovanni.

Rodrigo Molina, es encargado de La Jungla, casona de arte. Este espacio independiente se sustentaba mediante talleres durante la jornada diurna y la apertura del restó-bar durante la noche. “El Lana”, como es popularmente conocido, comparte sus sensaciones de esta complicada situación: “El bar se cerró el primer día de cuarentena y al día de hoy no lo abrimos más, y ya no sé si lo voy abrir. Las condiciones de distanciamiento (trabajando al 40% de capacidad), horarios acotados y sin poder tener bandas en vivo (recién la última semana sólo espectáculos de 2 integrantes) hace imposible costear alquileres, sueldos, y tarifas que no dejaron de aumentar en estos 8 meses”.

En cuanto a los talleres, se suspendieron durante la primera quincena de abril y empezaron a trabajar de forma virtual porque “había costos fijos que cubrir”. Además, la gente en plena cuarentena y ante el encierro, “necesitaba tener contacto con el exterior, vínculos y aprovechar el tiempo de encierro”. Sobre cómo fue la transición hacia la virtualidad, Rodrigo cuenta: “Al principio se fueron sumando entusiasmados por la necesidad de hacer algo, de vincularse. Con algunos inconvenientes en los menos “tecnológicos” para adaptarse. Lamentablemente no todos pudieron sumarse ya que algunos talleres no se pudieron dar de forma virtual, por diferentes motivos (personales de quién los dictaba, de adaptación al formato) y mucha gente al quedarse sin trabajo o sin ingresos, no pudo continuar con los talleres”.

El taller de canto de Casona de Arte, unos de los tantos talleres postergados (Andrés Maripe/Rio Negro)

Siguiendo la pregunta anteriormente, sobre si los artistas de la región pueden ver una subsistencia real mediante la virtualidad, Rodrigo es contundente: “Los artistas quedaron a la deriva también (aunque económicamente ya venían muy mal por el cierre de Distrito, Búfalo y nosotros que empezamos a reducir los espectáculos) y ahora sin poder hacer shows el vivo, salvó en el último tiempo de normalidad, algunos con espectáculos municipales. El show en streaming no creo que haya sido una salida ya que, si bien puede atraer público mundial, el poco interés local desalentó está iniciativa y de hecho, casi ni se hace hoy”.

Y así, las cosas desde acá. Nuestros músicos, actores, actrices, vestuaristas, maquilladores, talleristas, teatreros, productores y dueños de espacios independientes tienen esta realidad crítica. Mientras algunos encuentran El Dorado a través de algún contenido virtual, los artistas del underground apuestan a subsistir como pueden. Pero en todos los casos intentando seguir resistiendo desde el arte.

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